lunes, 18 de octubre de 2010

NICOLINO, LA MUECA DEL VIENTO


(Los boxeadores, su historia y su imaginario, son miga de pan para las esculturas precarias de los que escribimos. Es un texto inédito sobre Locche que alguna vez escribí como una viñeta de un homenaje que le hiciera en El Plomero del Titanic)

Tocan el aire y a él no lo tocan.
Abollan el alma de auroras difusas.
Esparcen el humo, dibujan groseras siluetas
sudando su infierno de zarpazos infames
y la noche se duerme esquivando a la luna.

Los golpes se esfuman, las fieras son burla
arabesco ignoto, sombra de pirueta
su vista es el eje, su cintura una capa
sus brazos ángeles que cantan arpegios
y en la mesa pobre enamoran musas.

La mueca del viento, es vid sin viñedo
violencia silente, el amor perfumado
estrellas que derrapan, frutos que encandilan
la vida que de magia se empacha
y convida la risa en el pan de mañana.

Desvanece ocasos, chaplinea y hasta el matarife
apuñala el azar y su gran cuchilla parece un piolín
Nicolino es Gandhi entre los desesperados
hienas que se ponen serias y fenecen de pena
mientras él ni siquiera ensucia el bombín.

Como todo niño que es milagro entero
libera sus duendes antes de pedir
la tristeza insomne jamás desespera
se agazapa sobria y arruina el festín.
Los soles se apagan, los oles se fugan.

Los beneficiados no vuelven a invertir
dejan sus crueldades, regalan desdicha
la memoria noquean en un rincón al partir.
Y el hombre que juega, con la fe en los talones
se siente más solo que una meretriz.

La soledad golpea, la piedad se empeña
y el gran embustero no puede mentir.
Aquellas ovaciones son sobras de otoño
la finta se rinde y el gran bailarín
tropieza de muerte, herido de sueños, vinedo sin vid.

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