Ver un partido del Mundial con no me peguen soy... es mil veces peor que verlo con la mina más descolgada y conversadora.
Escuchar a la musa del muñequito del caramelo Sugus entonar una canción de cancha, una tortura china.
El problema no es que Bob no sepa nada de fútbol: el tema es que tampoco sabe de peluquería ni de tributación impositiva.
Que haya sido escogido como icono del hincha aunque el género sea el grotesco exacerbado, que le paguen por ello y lo manden a Sudáfrica con all inclusive, es lisa y llanamente un tiro para el lado de la injusticia.
Celebro que Gonzalo Bonadeo no haya dejado que le vendan un Giordano por un Batistuta aunque los dos hayan llegado lejos moviendo las cabezas.
El periodista debe haber tenido una razón muy profunda para hacerle un desplante a Mirtha Legrand con tal de no verse obligado a compartir la mesa con ese sujeto.
Es evidente, para que Gonzalo se pierda una comida el motivo debe ser extremo y grave.
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