Tweet propios y ajenos, citas, desencuentros, sueños, alucinaciones, tribuna, textos breves, trinchera y paredón.
martes, 24 de agosto de 2010
NEGRO SILENCIO
(Jorge Nielsen, adalid de la cultura popular, me pidió unas líneas sobre la muerte de Guerrero. Tuve que pararme en un lugar legítimo ya que no fui su oyente en los gloriosos El Show del Minuto o El Club de los Discómanos)
Se desdibuja en una radio improbable, escuchada de lejos, la voz del Negro Guerrero Marthineitz.
Sin contornos y sin formas, su manera de decir, de contar, de quedarse callado y pinchar los discos, es una vaga pretensión de casilleros ausentes. La ubico como en el orificio de un panal. Tiene un futuro sabor a miel pero hueco, como un ladrillo a reponer.
Debe haber habido en mi casa de Cañuelas una siesta con su decir mancillado por mis pelotazos o ultrajado por los seres más perversos de mi mundo de muñecos.
Cuando supe de él y recibí los coletazos de aquella magia perdida, traté de recuperar el aliento y rescaté de la bruma pequeñas partículas.
No fui su oyente en su etapa de apogeo y me dolió su final desquiciado a expensas de dueños de jaulas precarias como Chiche Gelblung, Mauro Viale o las autoridades de Radio 10 que lo expusieron en un rincón subalterno de su zoológico como un ave exòtica y cansada.
Experiencias que agonizaron pronto y lo terminaron de convertir para los que no tuvieron siquiera mi inquietud en un atado de ropa ilustre demasiado ajetreada que se arrastraba como un saco de basura cualquiera por las esquinas más sórdidas.
Ahí me dolió como duelen las injusticias que se perpetran con tesoros difuminados de nuestra memoria débil. Con un sabor rancio, postergado, con una distancia sin indiferencia.
Para mí El Negro no es el Peruano Parlanchín, el disc jockey, el lector, el difusor de Mari Trini en la cima del tomatazo o de Piazzolla como traficante de un elixir exclusivo. Para mí es "A solas", su ciclo de entrevistas en las medianoches de Canal 9.
Sus preguntas, su retórica, sus miradas cargadas de acuosas requisitorias y sus silencios profundos, de a ratos incómodos y por momentos sublimes, regurgitados como notas insignes y prudentes de la gran sinfonía.
En esa penumbra su piel mate era parte de la escenografía, una atmósfera al frente de un programa donde sus entrevistados tiraban los intestinos sobre la mesa y se mostraban humanos, de estreno, inéditos.
Un haz de luz dándole fisonomía exacta a la palabra, quién no tiene en su mente o en su corazón la compañía elegida para estar a solas... Se le oía decir omnipresente sobre el fondo de títulos que también era parte del clima.
A esa oscuridad silenciosa fileteada por sus degustadas palabras, risas socarronas rugidas y las confesiones abismales de sus invitados la recupero en el panteón de los que no tengo deseos de omitir.
Al oyente frustado, a su vejez con la dignidad apedreada, a los pelafustanes que se presentaron misericordiosos para tenerlo acotado bajo su suela, a los que asistieron a su teatro vocal y a los que hipnotizó en las medianoches penumbrosas de Canal 9 nos dejó un poco más a solas de lo que ya estamos.
PD: Mi lema es: "No se debe aceptar jamás a alguien que no sepa más que tú para dirigirte". (El Negro Hugo Guerrero Marthineitz)
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Están volviendo a pasar -bichos carroñeros como son- el programa de Chiche Gelblung que lo tuvo como invitado, ya triste, solitario y final. Aún así, por momentos podía sustraerme de los sentimientos encontrados (piedad por él, indignación por Gelblung) y me seguía fascinando como en aquellas siestas de los '70, donde en El Show del Minuto descubrí por primera vez a Serrat con Fiesta, seguí la polémica por los dos finales de La Valija, escuché completo Herencia pa' un hijo gaucho, entre tantas otras cosas. Abrazo, querido.
ResponderEliminarAbrazo grande, Miguelito.
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