miércoles, 18 de agosto de 2010

NO ESTABA MUERTO NI ESTABA DE PARRANDA


A veces una película puede cambiarnos la vida. Estaba en el cine viendo “Igualita a mí” y cuando salí ya nada era igual. En las primeras horas del miércoles 18, en Twitter, daban cuenta de la muerte de José Narosky, El rey del aforismo. Mi primera reacción fue pensar como él con la cabeza desabrigada y dije: Si Narosky pudiera escribir su lápida diría algo como: "Murió el poeta, sus versos tienen seguro de vida". No tomé el colectivo, caminé impulsado por la noticia y la duda de cómo se escribía realmente el apellido ya que los tweets lo presentaban con ligeras variantes. Entonces, creo, lo escribí mal. Enseguida, reproduje al gran Juan Faerman: Murió Narosky. Mañana los bares servirán sus cafés con sobrecitos de azúcar negra en señal de luto. Para rematar lo que para mí era inexorable con la siguiente reflexión, una preocupación permanente: Otro peluquín huérfano... José Narosky Q.E.P.D. Pero al rato y para alegría, especialmente del propio José, Pablo Sirven afirmó que había cometido un error y que en realidad el extinto era el hermano del poeta, Adelino, el papá de Lana Narosky más conocida como Lana Montalbán. José dudó entre seguir respirando o no; cuando un periodista supuestamente serio da una noticia uno tiende a creerla. Ante esta situación, me nació escribir: Narosky no murió, Nabosky el que informó. Larga vida para él y largos pullóveres para su sobrina Lana Montalbán. Llovieron los desagravios para el falso finado y los san benitos para el calvo redactor que se deshizo en disculpas. Antes de que los ojos se me entornaran como a José Narosky solo por un rato, escribí mi último tweet al respecto: Y ya que estamos,el primer aforismo postmortentruchen. Nunca aspiré a un reinado, metanse las coronas en el orto; las disculpas ya no @psirven.

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