jueves, 8 de julio de 2010

LA CABEZA EN LOS PIES, UN PIE EN LA CABEZA


España conjuró el potencial de Alemania -más allá de la baja concreta de Müller- jugando el partido que explicó Maradona en la previa entre la Argentina y los teutones. La estrategia que durmió en el imaginario. El cotejo que nunca existió ni aún en el arranque del segundo tiempo donde se instaló un dominio territorial y óptico pero no un control manifiesto en la cancha intelectual. El equipo de Del Bosque impuso lo que viene gestando desde la Eurocopa y que en Sudáfrica 2010 permaneció latente, entre el esbozo y la explosión medida. Armó ese dispositivo gordito, ancho, lateral, de dos líneas de cuatro con punto de contacto, sin espacios que favorecieran las grietas para que Löw desplegara el contragolpe vertical y certero, con el manejo interno de Xavi en el nervio de la zona de gestación. Apoyado en la paciencia, la movilidad, la precisión y el control de pelota llevó el ritmo y el trámite a su lenguaje. España generó en la exigente semifinal mayor cantidad de cambios de ritmo, aceleración y descargas punzantes que en cualquiera de sus presentaciones anteriores, valorizando la estirpe de sus futbolistas ante un compromiso estresante y la inteligente inclusión de Pedro por el Niño Torres para inducir descargas por las bandas y preocupar a Boateng -punto más endeble- y contener a Lahm. Paradójicamente, el equipo de los pies inteligentes y el millón de pases, quebró el cerrojo y dio su paso más importante con un golazo de cabeza de Carles Puyol. El domingo habrá un campeón del mundo inédito, Holanda o España. No tengo preferencias. Para coronar una idea de juego y un proceso, estaría bien que los españoles se queden con la corona. Pero debo admitir que su obsecado aire de soberbia, me hace ruido y me pone en la cornisa de inclinarme por Holanda. Otra selección adicta al buen trato de pelota, el gusto refinado, el orden y dos veces bicampeón con equipos que dejaron sentado el prestigio de una generación que no necesitó la gloria para escribir la historia de un país pequeño pero en tantos aspectos ejemplar.
España 1 (´73Puyol) Alemania 0
"Una exhibición en el planeta del fútbol" es la columna con que Alfredo Relaño, articulista destacado y director del diario As, celebró el triunfo español.
Así se jugará al fútbol en el Paraíso, supongo, como jugó ayer España. Con toque, con gusto, con solidaridad, con un esfuerzo grato, porque lo compensa la sensación de que el balón te obedece. Si tienes el balón de tu lado, si te entiendes con él, lo cuidas, lo manejas, juegas en realidad cuesta abajo. Como España ayer. Por eso volcó el campo sobre la portería alemana. Los rivales, por contra, cogían poco el balón y entonces tenían que subir pesadamente una y otra vez a la montaña. Como alemanes tenaces que son, lo hicieron varias veces. Con esfuerzo infinito, pero lo hicieron. Bien. Así también jugó Casillas.
Fue el partido que España aún se debía en este Mundial. Un partido excelso, jugado con el tiqui-taca que se abandonó un poco tras la derrota ante Suiza, recuperado felizmente con un simple retoque: Pedro por Torres. Pedro entró en el manejo, además de poner picante por el extremo. Uno más en el enjambre que escondía la pelota, otra vez el juego que nos dio la Eurocopa, aunque con el blindaje del doble medio centro, el toque prudente de Del Bosque. Pero en lo esencial esta vez sí fue el juego deslumbrante que sólo sabe hacer este equipo. Tejido con paciencia, fabricado desde un control absoluto de la situación.
Tardó en llegar el gol, es verdad. Lo marcó Puyol en un córner heroico, de los de toda la vida. Lo pudo haber marcado él mismo antes, en otro córner muy distinto, del que el equipo hizo una obra de arte. O Villa en jugada de Iniesta, cuyo centro-chut se fue por poco. O Xabi Alonso o algún otro en remates claros desde el borde del área. Otras veces la jugada se esfumaba por un pelín en la última puntada. Pero el gol era seguro y llegó. Un gol enorme, por su importancia, su espectacularidad y su clasicismo. Un gol que confirma que este equipo domina todos los registros. Bueno, pues el sueño está cerca. ¡Qué bonito es esto!

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