lunes, 5 de julio de 2010

YA ESTÁ DIEGO, LISTO. TODO BIEN


Nunca mejor dicho: con el diario del lunes.

Voy por la calle y me avisan que desde algún portal extranjero se afirma que Maradona ha confirmado su dimisión como entrenador argentino. Terminado el partido con Alemania no tuve claro qué opinar en relación a su renuncia o su continuidad. Si esto es así, me ganó de mano y me ayudó a arribar a un pensamiento. Si toma esa decisión debe ser lo mejor para él y para la Selección. Sus intereses personales nunca estuvieron por encima de la camiseta Argentina como es harto notorio.
Y pregunto: ¿serviría una continuidad de Diego como entrenador hasta la Copa América o con el hombre que se disponga no valdría la pena pensar un proyecto para cuatro años?

Me siento plenamente maradoniano porque no tengo posibilidad de ser otra cosa y por elección.

Admito que tengo una destacada foja como comprador de buzones y que no me tiembla el pulso para pegarme en el pecho el distintivo que me acredita como chorlito. No creo, de todos modos, que las sensaciones que atravesé durante el Mundial de Sudáfrica 2010, estén ligadas en un ciento por ciento -ya aceptado por la RAE, construcción que no me gustaba reemplazar, tanto como mi lucha entre amague y amago-a estas facultades que suelen ubicarme entre los más salames de cualquier grupo.

Esta Selección me emocionó y me ilusionó, instancias sensoriales e hipotecas emocionales que no me va a robar ni poder cancelar ningún analista de los que respeto por afinidad o capacidad intelectual, ni ningún pontificador de turno. Menos que menos un sinvergüenza o algún refutador de leyendas de los que siempre están al acecho.

Cuento que en el exordio de cada una de las transmisiones, lloré como cuando perdía un campeonato a mis siete, ocho, diez años. Con las mismas lágrimas diáfanas, de gota gorda, impudorosas e irrefrenables. Lloré por él. Por verlo a Maradona, escucharlo a Maradona, observarlo a Maradona, intuirlo a Maradona en ese diálogo sin voz de gestos y pertenencia con cada uno de los argentinos que lo vivaban desde la tribuna.

Para ser justo con ese amor, ecuánime con todo lo que me hizo vivenciar ahora y siempre, no me siento en condiciones de pedirle ni reclamarle nada. Sólo decir que viene bien el baño de humildad, enfatizar que uno respeta al que piensa diferente y llevarlo a cabo, probar con la diplomacia que no necesita de claudicar a nada, que la ilusión no fue una construcción entre lo onírico y la utopía sino una aspiración con razones y fundamentos: con sus polémicas y sus mínimos cuestionamientos en su constitución, en el plantel estuvieron los mejores que, a su vez, son los mejores -probadamente- en su puesto en cada una de sus Ligas.

Si tomo esta premisa, el caudal, el material futbolístico y no soy necio con la forma en que salimos del Mundial -perdimos 4-0, lo digo bajito y es como que no lo digiero y menos vinculado a Diego-, tengo que afirmar que la frustración no solo es la capitulación de una fantasía colectiva y la certificación de algunas derrotas personales, de las diarias, perder otra vez solo que esta sale en los periódicos y de alguna manera me incluye, me deja expuesto, de las puerta hacia afuera. También es una decepción desde el punto de vista futbolístico y competitivo porque perdimos muy bien sin dejar de tener la sensación permanente de que la catástrofe deportiva y los malos momentos del equipo podrían haberse corregido: había alternativas, muchas, para monitorear distintas tácticas o confrontar -a condiciones y estilos similares- otros, del banco, a los que se escogieron para intentar revertir la suerte con alguno que estuviera más inspirado esa tarde; sin dejar de reconocer que en la situación límite la lista de 23 nos pasó facturas por algunas improvisaciones innecesarias, reinventarle puestos a algunos futbolistas cuando se disponen de especialistas probos oscila entre el azar y el capricho.

La dignidad no se mancilla, en este caso, tampoco se mancha. Mucho menos su hidalga y heroica historia. Ninguna, ni la del '86 en la que estuvo a pleno, ni la del '90 donde jugó con un pomelo en el tobillo y condujo una banda indecorosa al subcampeonato -sólo él pudo hacer algo así-, ni las anteriores, ni las posteriores. Lo dijo y es verdad, cada vez que se equivocó, pagó. En esta ocasión y en este rol no se cumplió el objetivo. Podíamos aspirar a más. Se falló en el partido clave y sumamos una derrota de las duras. No hay reproches hacia la disposición, el fervor, las intenciones de los jugadores, su compromiso, su buena fe.

Es, sí, un fracaso rotundo de la AFA que con Julio Humberto Grondona a la cabeza y Carlos Bilardo como encargado de Selecciones Nacionales, pilatos o padres de la victoria según convenga, jamás traccionaron un plan que no sea ubicar trasnochados enemigos, repetir cábalas, alentar esas pavadas. Ni se dedicaron, ante la falta del mismo, a apoyar de manera explícita y concreta el que de hecho ejecutó Maradona con hitos como la ridícula asesoría fantasma de Ruggeri disfrazado de periodista -me hizo acordar al cuento del que se disfraza de vecino para acostarse con su esposa-. E hicieron el papelón incombustible -y esto sí tiene gravedad- de patrocinar el viaje de los barra bravas para luego, ante el incendio, esconderse y hacerse los distraídos, desapareciendo de los lugares que solían frecuentrar. Un bochorno por el que no se sienten en la obligación de dar explicaciones y que será otro estigma de este Mundial.

Gracias, Diego. Gracias por la emotividad, por tu teatralidad, por tu pasión, por darle a mi gastado barrilete de cañas, engrudo, piolín y papel de diario cósmicos impulsos.

Ahora que se mezcla todo y que a tu barco se suman acólitos interesados o te condenan mercenarios con subrepticias y a la vez elocuentes segundas intenciones, muero de pie. Terminó el Mundial. Una vez más certifico que todo es en vano, que todo expira.

Mientras tanto, desde la cochería, observo a algunos que te palmean y a muchos otros que te fustigan que no hacen más que confirmar mi militancia de género, inmodificable. Me hacen sentir genuina y visceralmente maradoniano.
Con el respeto, el afecto, la prudencia y la distancia del caso.

4 comentarios:

  1. Coincido plenamente. Gran post, te felicito

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  2. Maestro, estoy impactado. He leído cosas tuyas en otros tiempos, me acuerdo de tus apariciones en un viejo programa de Rial (cuando te llamaban "el reverendo...") y siempre tuve la impresión de que detrás de ese periodista que oscilaba entre el deporte y los espectáculos había algo más... ACABO DE CONFIRMARLO ROTUNDAMENTE. El sábado fue durísimo para mis trajinados 47 años. La sesación de desolación fue única. Y lo que me provocaba mayor perplejidad era como un tipo como yo, con nivel universitario, docente, calificado por los demás en el bando de los "cultos", estaba destruido, demolido... Leyéndote empiezo a dar los últimos trazos a la explicación... Muchas gracias, Daniel...

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  3. Muchas gracias a vos, Pablo.
    Debo corregirte ante tu generosa devolución. Me parece que te equivocás de persona porque varias de las cosas que enumeras no fueron protagonizadas por mí. No he hecho periodismo con Rial ni con mi nombre ni mencionado como "el reverendo". He escrito en medios pero no he ejercido mayormente el periodismo. Sí tengo algunos libros publicados. En programas producidos por Rial y Tinelli, en alguna ocasión, coordiné actores para sketches pero no hice cámara y fue hace tres lustros. No es importante, te hago la corrección anecdótica porque evidentemente me relacionás con otra persona.
    Nuevamente, agradezco tu mensaje.
    Daniel

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