miércoles, 30 de junio de 2010

LO SIENTO...


El marketing es una ciencia dedicada a insuflar ilusiones. En los terrenos intangibles, hasta que algún coletazo de realidad dispone lo contrario, sirve para convertir en un héroe por edición, fotomontaje, efectos especiales, a algún futbolista con muchos canales disponibles para desembocar en el parnaso mediático. CR9 (CR7 en términos portugueses) está muy predispuesto a ser el paradigma de esa condición. La bola de nieve de la adoración asistida es muy veloz y demasiado voraz: a su paso adiciona contratos publicitarios, requerimientos de la prensa poco entendida siempre adicta a generar nuevos títulos de tapa, sugestiones de los hinchas -y de las hinchas-. Cada uno de estos elementos se presentan en una misma dirección, logran de forma monolitica acrecentar la expectativa. Y sabido es -esto es más viejo que el mundo-, que ante tamaña exposición, no responder a esas promesas, las formuladas y las sugeridas, es detonar un fracaso de idéntico tamaño al sembradío multimediático con su estrepitosa onda expansiva. Importa poco, luego, saber qué y cómo paso. Que hizo para ser vendido como el chico de la película y que dejó de hacer o en que falló para llenarse de mofas e imprecaciones. La decepción ocupa todos los rincones y surje una abstinencia concreta a estímulos atravesados por la fantasía, los deseos, cuestiones improbables y desmedidas.
Tras la eliminación portuguesa, CR9 quedó inmerso en este emjambre, reconociendo sus amenazas de lagrimear en la pantalla gigante, dudando entre hacer prevalecer sus verdaderos sentimientos o dar una prueba de su capacidad actoral, ardiendo en la hoguera de su deuda de fama hasta que el mercado, sometido a alguna variable, lo rescate y lo vuelva a presentar redimido o renacido de las cenizas como una cuestión de guión.
España siempre buscó quedarse con los argumentos del partido y aunque le costó demasiado imponerse, concretarlo, transformar en cambio de ritmo y profundidad el dominio entero por posesión de balón y convicción, se llevó una merecida clasificación a Cuartos insinuando, por momentos, los méritos que convirtió en piropos de la cátedra futbolística. Enfrentará a la hidalga Paraguay del Tata Martino que derrotó en los penales a Japón. Un soporífero espectáculo tanto en los noventa como en el alargue que denunció tantas limitaciones como ímpetus preocupados y atavismos de pánico. Lejos de su nivel, aquel juego que tuvo su apogeo en las Eliminatorias -hecho admitido por el mesurado y analítico Martino-, los guaraníes dieron un paso histórico. Jamás una selección de ese país llegó a tanto.
España 1 (David Villa) - Portugal 0 Paraguay 0 - Japón 0 (Paraguay definió en los penales, Komano erró su disparo)

Estas son algunas de las cosas que escribió en El País de España, Cayetano Ros, sobre Cristiano Ronaldo. Bueno es recordar que CR9 es una erogación importantísima del Real y que dicho periódico se imprime en Madrid. Tituló, Amansado Cristiano.
Al igual que Rooney no fue Rooney, Cristiano Ronaldo tampoco se pareció a Cristiano Ronaldo. Fue un simulacro. Abandonó el campo derrotado, descompuesto, sin esa expresividad que le caracteriza. Se marchó como si no sintiera nada. Amansado.

Era su segundo Mundial y resultó peor que el anterior. En Alemania 2006 se escudó en su juventud, 21 años, y la notable actuación colectiva de Portugal, cuarto. Esta vez ha sido diferente. Su equipo, convertido en un canto penoso al pragmatismo y la especulación, fue una rémora para un delantero como él, siempre necesitado de un grupo ambicioso. Acabó desquiciado y, con los brazos extendidos, pidiendo explicaciones a su entrenador: "Pero, ahora, ¿dónde quieres que juegue?".
Como si fuera premonitorio, Cristiano se quedó mudo antes de empezar: no cantó el precioso himno portugués. Terminada la primera parte, enfiló el primero el túnel de vestuarios, con una carrerita para adelantarse a sus compañeros, con ganas de llegar al camerino para reflexionar. No podía estar contento. Perdió todos los desafíos con la defensa española menos uno: la falta en diagonal desde unos 30 metros a la que Casillas, más por los vaivenes del balón que por la potencia o la colocación, repelió de mala manera, como si se tratara de una serpiente (...)
Compitió Cristiano con menos ardor que en otras ocasiones. Se le notó en los gestos cariñosos con los rivales: a Iniesta le pidió disculpas después de haberle hecho una falta. Nada que ver con aquella fiereza con la que se enfrentó a los jugadores del Barça tanto en la final de la Champions de 2008 con el Manchester United como en el pasado clásico con el Madrid en el Camp Nou. Allí, Iniesta le dijo que tenía mucha cara. En los últimos cinco partidos contra los barcelonistas no ha logrado marcar.
Carlos Queiroz cambió de planes al retirar a Almeida por Danny y Cristiano ocupó otra vez el puesto del 9. Pero la entrada de Llorente fue más determinante que la de Danny y, tras el gol de Villa, CR7 se quedó solo arriba, reclamando más ayuda al banquillo, sin saber cómo salir del laberinto en el que le había metido Queiroz.
Cansado y aburrido, Cristiano se marcó una rabona convertida en un centro desde la derecha. Una especie de único legado del campeonato. Una forma de rebelarse contra el entrenador que les cortó las alas creativas. Un epitafio a una selección en la que se sintió solo y desteñido.

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