Como si hubiésemos sido perjudicados por una incontrastable medida de gobierno o una pandemia de alcances insospechados, llevamos cuatro días de fútbol enhebrados por una letanía. La frase de lamento condena de modo explícito a la pelota Jabulani y se la culpa de todas las plagas del universo -en un rol compartido, con un coprotagonismo incesante por las queridas vuvuzelas-.
Probablemente, estos comentarios que hartan, tengan una fundamentación práctica. Y lo que se dice sea así.
Lo que resulta incomprensible para mí mente con pereza y mi inteligencia gambeteadora es que pueda cometerse un error de este calibre.
Si tomamos un sólo hecho para mensurar la colosal magnitud del negocio podemos citar los treinta y dos millones de dólares que se llevará el campeón amén de la réplica del trofeo y el boleto a la inmortalidad. Que en un juego de esta rentabilidad no se haya producido un balón que esté a la altura de las circunstancias es de -cuanto menos- un nivel de improvisación que atenta contra el profesionalismo de la FIFA y sus afiliados.
No puede ser que el instrumento esencial, esté cuestionado. Tuvieron cuatro años para diseñarlo, pensarlo, probarlo.
¿Hay negligencia de las federaciones que no tuvieron la precaución de permitir la adaptación?
Sea como fuere, es un disparate. Que esto suceda y que se transforme en una oración opresiva y llorona. En el campeonato argentino, en el último, la Jabulani se utilizó como pelota oficial del Clausura; así y todo debemos soportar que comentaristas y columnistas digan que Verón falla en un tiro libre porque no conoce dicho esférico.
Es un disparate. Nada costaba ocuparse del elemento central sin que esto sea óbice para concretar el negocio. Adidas, los entendidos, los protagonistas, la gente con idoneidad para probarlo, tendrían que haber participado del proceso de creación y conseguir una pelota que no admita rezongos. El juego ya tiene demasiados puntos de crisis como para sumarle éste.
El desquicio es mayúsculo. Como organizar un Festival Internacional de Teatro y llenar el escenario de cáscaras de banana para que los actores se peguen soberanos porrazos mientras intentan, balbuceantes, concluir sus párrafos.
El affaire Jabulani con su redondez, sus piques ágiles y su rosario de imprecaciones nos hace sentir a todos unos soberanos pelotudos.
Probablemente, estos comentarios que hartan, tengan una fundamentación práctica. Y lo que se dice sea así.
Lo que resulta incomprensible para mí mente con pereza y mi inteligencia gambeteadora es que pueda cometerse un error de este calibre.
Si tomamos un sólo hecho para mensurar la colosal magnitud del negocio podemos citar los treinta y dos millones de dólares que se llevará el campeón amén de la réplica del trofeo y el boleto a la inmortalidad. Que en un juego de esta rentabilidad no se haya producido un balón que esté a la altura de las circunstancias es de -cuanto menos- un nivel de improvisación que atenta contra el profesionalismo de la FIFA y sus afiliados.
No puede ser que el instrumento esencial, esté cuestionado. Tuvieron cuatro años para diseñarlo, pensarlo, probarlo.
¿Hay negligencia de las federaciones que no tuvieron la precaución de permitir la adaptación?
Sea como fuere, es un disparate. Que esto suceda y que se transforme en una oración opresiva y llorona. En el campeonato argentino, en el último, la Jabulani se utilizó como pelota oficial del Clausura; así y todo debemos soportar que comentaristas y columnistas digan que Verón falla en un tiro libre porque no conoce dicho esférico.
Es un disparate. Nada costaba ocuparse del elemento central sin que esto sea óbice para concretar el negocio. Adidas, los entendidos, los protagonistas, la gente con idoneidad para probarlo, tendrían que haber participado del proceso de creación y conseguir una pelota que no admita rezongos. El juego ya tiene demasiados puntos de crisis como para sumarle éste.
El desquicio es mayúsculo. Como organizar un Festival Internacional de Teatro y llenar el escenario de cáscaras de banana para que los actores se peguen soberanos porrazos mientras intentan, balbuceantes, concluir sus párrafos.
El affaire Jabulani con su redondez, sus piques ágiles y su rosario de imprecaciones nos hace sentir a todos unos soberanos pelotudos.
Hay que llenar espacios y para eso se dicen muchas boludeses. Y ni te digo si no llegamos a jugar bien el proximo partido. El primero en darse vuelta va a ser Niembro. Es solo cuestion de esperar. La competencia entre los periodistas en Sudafrica es feroz y la presion de los productores desde Bs As tremenda.
ResponderEliminarInterpreto lo que decís pero me refiero a un tema básico: si se juega un mundial de FUTBOL como puede ser que se fracase en la construcción del material esencial. Es como si vos hoy vas a hacer Bendita TV e intentan llevar el programa a buen puerto con las lentes de las cámaras tapadas por una lona. Algo así. Un disparate. No dudo que sea cierto que el balón ocasione problemas. Mi pregunta es ¿por qué? ¿Cómo puede ocurrir algo así? ¿Es una torpeza? Sospecho que sí, la perversidad del negocio está colocada en otros puntos: de hecho esto se le va de las manos -de los pies, mejor dicho- porque modelos de la marca, como Messi, también la cuestionan.
ResponderEliminarGracias por participar.
Pufffffff!!!... es como que los periodistas culpen a la sensibilidad de los teclados por notas mal redactadas. Estos pibes que patean la pelota son profesionales y no pueden argumentar en defensa que la pelota tal o cual cosa... Ayer vi el video de la construcción del melefico balón y me informé que solo pesa 400 gramos... y tecnicamente es impecable.
ResponderEliminarGracias El Peón.
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